DETROIT — La Chevrolet Blazer 2019 está incursionando en un candente segmento de vehículos utilitarios medianos, pero está arrastrando cierto bagaje no deseado.
El resucitado SUV convertido en crossover está arribando a las agencias estadounidenses en medio de protestas de sindicatos y políticos por la decisión de General Motors de importar el vehículo de México.
A la controversia se suma el plan de GM de posiblemente cerrar hasta cuatro plantas de Estados Unidos y la ensambladora de Oshawa en Canadá a finales de año.
Tal agitación política es única, aunque tiene precedentes en la historia reciente de GM. La compañía automotriz lanzó el Chevrolet Volt 2011 mientras era etiquetado como “Government Motors” (“Motores del Gobierno”) por los críticos de su bancarrota de 2009, la cual fue respaldada por el gobierno federal.
Esas exclamaciones se han convertido en “Greedy Motors” (“Avaricioso Motors”), debido a la creciente producción en el extranjero del fabricante automotriz, al tiempo que decae la producción en Estados Unidos. El año pasado, GM se volvió el productor de autos más grande en México, de acuerdo con el centro de datos de Automotive News.
La semana pasada, la CEO Mary Barra defendió nuevamente la decisión de GM de mantener inactiva o dar por terminada la producción en las plantas de Ohio, Michigan, Maryland y Ontario, pero se encontró con una reacción mixta: desde elogios y comprensión hasta llamadas para que la despidieran y boicots.
“La nuestra es una compañía grande con recursos significativos pero no ilimitados. Debemos tomar decisiones inteligentes, estratégicas y a veces difíciles acerca de dónde invertir”, escribió Barra en un post de LinkedIn titulado “Transformando una industria para transformar el mundo”.
Buena parte de los esfuerzos para boicotear a la Blazer (y a los productos de GM hechos en México en general) han provenido del UAW y de Unifor, el sindicato canadiense. Ambos han reprobado por separado el vehículo.
Jerry Dias, presidente de Unifor, llamó el mes pasado a boicotear todos los productos de GM hechos en México. Terry Dittes, vicepresidente del UAW, sindicato en donde él encabeza el departamento de GM, pidió también a los miembros del sindicato, a sus amigos y familiares a no comprar la Blazer.
A pesar de ensamblarse en México, la Blazer está elaborada en un 54 por ciento con partes estadounidenses y canadienses, según indican las etiquetas en los lotes de las distribuidoras. Tan solo 22 por ciento de su contenido proviene de México, en línea con el crossover Chevy Traverse, hecho en Michigan, y en menor medida, con el Chevy Trax, hecho en Corea del Sur, y el Equinox, hecho en Canadá.
GM decidió construir la Blazer en su planta de Ramos Arizpe después de concluir ahí la producción del Cadillac SRX y comenzar a construir su reemplazo, el XT5, en Spring Hill, Tennessee.
Steve Majoros, director de marketing de Chevy para autos y crossovers, se rehusó a comentar si la compañía espera que el bagaje político de la Blazer se traduzca en menos ventas.
Es probable que se desconozca cualquier efecto durante varios meses, porque el año pasado GM dejó de reportar mensualmente las ventas. Tampoco se espera que la publicidad del crossover comience hasta alrededor del 1 de abril.